El ministerio pastoral requiere de una dosis equilibrada de predicación y enseñanza (2 Ti. 1:11; Ef. 4:11-12) y esto incluye la disposición a responder a inquietudes y también a corregir lo deficiente (Tito 1:5). Una de las frecuentes aseveraciones que suelen surgir en el entorno de una congregación tiene que ver con la presunta inexistencia de amor dentro de la iglesia local. Las afirmaciones varían entre expresiones como «En esta iglesia no hay amor», o «Aquí no falta enseñanza, pero la falta de amor es evidente», o también, «He estado en lugares donde no hay tan buena enseñanza, pero se equilibra por el amor que se respira».
La presencia del amor de Dios derramado en el cristiano es el resultado del amor de Dios hacia cada creyente y que fue demostrado en la cruz (Ro. 5:8).
¿Es posible que no haya amor?
¿Es posible que no haya amor en la iglesia? ¿Es posible que exista una congregación cristiana donde el amor no está presente? ¿Dónde podemos encontrar respuestas? La palabra de Dios es nuestra regla para doctrina y práctica, u ortodoxia y ortopraxis. La pregunta merece no solamente una respuesta pero también un examen. Cuando el apóstol Pablo les escribió a los romanos, luego de demostrar la certeza de la justificación por la fe (Ro. 5:1-2) recuerda que los cristianos reciben una provisión maravillosa de la gracia de Dios que incluye al amor «que ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado» (Ro. 5:5). La presencia del amor de Dios derramado en el cristiano es el resultado del amor de Dios hacia cada creyente y que fue demostrado en la cruz (Ro. 5:8). Así que, desde el punto de vista netamente teológico-doctrinal, la respuesta es «no, no es posible que no haya amor en la iglesia». De lo contrario estaríamos en presencia de una asociación, un club o alguna entidad que se encuentra unida por otro tipo de intereses.
Un aprendizaje que nunca cesa
Ninguna de las iglesias del Nuevo Testamento representadas en las cartas de los apóstoles carecen de problemas y cuestiones a corregir. Sin embargo, algunas de ellas poseen ejemplos que deberíamos imitar. A los Tesalonicenses Pablo les recuerda que ni siquiera tiene que escribirles acerca del amor fraternal pues ellos aprendieron de Dios a amarse unos a otros (1 Tes. 4:9), una declaración que evoca a Romanos 5:5. Sin embargo, no debían limitar este amor a un mero conocimiento teológico sino que tenían que «abundar en ello más y más» (1 Tes. 4:10). Esto significa que su amor «no era perfecto. Del mismo modo que Pablo quería que fortalecieran su fe (1 Tesalonicenses 3:10), también quería que fortalecieran su amor. Por ello, les exhortó de nuevo a abundar aún más (“sobreabundar”) en esta virtud». 1. El amor fraternal no es una pastilla que se toma al inicio de la vida cristiana, es una dieta diaria que se utiliza a través de todo el peregrinaje por este mundo.
Hipotéticamente, si el amor fraternal no permaneciera, estaría demostrando que la vida espiritual es inexistente (1 Jn. 3:14).
El mandato a permanecer
A los Hebreos, el autor les exhorta a que «permanezca el amor fraternal» (Heb. 13:1). Esto indica que es algo que ya viene incluido en el paquete original y que no puede inventarse. Tal como se exhorta a los efesios a «guardar la unidad del Espíritu» (Ef. 4:3) y no a crearla, así aquí se les manda a sostener al amor fraternal y no a crearlo. Hipotéticamente, si el amor fraternal no permaneciera, estaría demostrando que la vida espiritual es inexistente (1 Jn. 3:14). El amor cristiano no puede ser generado por actividades, fuerza de voluntad o por intermedio de una agenda establecida de fechas y decisiones. De manera similar a lo que Pablo menciona en Romanos 5, el apóstol Pedro señala que una de las características de la obra el Espíritu en los corazones es «el amor fraternal no fingido» (1 Pe. 1:22).
Muchas de las quejas sobre la supuesta falta de amor en la iglesia local tienen que ver con el egoísmo de estar esperando una respuesta a cambio de lo que uno da.
¿Cómo demostramos el amor?
La palabra de Dios está llena de enseñanzas que nos ayudan a ejercitar el discernimiento y considerar si el amor no fingido está presente en la vida de la congregación a la que asistimos. Algunas muy simples son estas:
1. Amar a Dios – Jesús dijo que es el primer y grande mandamiento (Mt. 12:37). Esta simple pero inescrutable declaración determina el tipo de vida espiritual que conduce a quien profesa a Cristo como Señor y Salvador. Confesar que se ama a los hermanos pero vivir en desobediencia es una demostración de hipocresía, un moralismo venenoso que nunca resultará en beneficio a ninguna congregación.
2. Evitar las contiendas – ¿De qué manera tratamos con los desacuerdos? ¿De qué forma respondemos o medimos las palabras con las que nos relacionamos con otros miembros de la congregación? A los Filipenses, Pablo les recuerda que las contiendas y la vanagloria no deben formar parte de la conducta habitual del hijo de Dios (Fil. 2:3-4).
3. Tomar la iniciativa – Dios le ha dado a los creyentes la capacidad de amar sin esperar nada a cambio. Pablo dijo que con todo placer gastaría de lo suyo y que amaba a los corintios «aunque sea amado menos» (2 Cor. 12:15). Jesús mostró su amor cuando aún éramos pecadores (Ro. 5:8). Muchas de las quejas sobre la supuesta falta de amor en la iglesia local tienen que ver con el egoísmo de estar esperando una respuesta a cambio de lo que uno da. El amor no funciona de esta manera. No espera nada a cambio. El egoísmo puede hacer que alguien dé con el propósito de recibir algo a cambio.
4. Soportar, perdonar – Entre las cualidades que resaltan la vestimenta espiritual de los cristianos se encuentran la capacidad de soportar y perdonar, pero éstas precisan de una prenda final que vincule todas las cosas: El amor (Col. 3:13-14). Algunas veces el soportar y perdonar simplemente se transforma en una semántica dañina que produce confusión dentro de la iglesia local porque el amor nunca termina demostrando que la obra de Cristo es la referencia insustituible, «como Cristo os perdonó».
Es necesario repasar los paradigmas
Los cristianos se han acostumbrado a leer 1 Corintios 13:1-8 como si fuera un vestido de gala que observan a través de una vidriera pero que nunca podrán lucir. Sin embargo, la verdad de un amor derramado por el Espíritu en la conversión requiere que se evalúen sus cualidades a la luz de un texto como este. Aquí encontramos sufrimiento, benignidad, ausencia de envidia, de jactancia y de envanecimiento; encontramos una buena conducta, una permanente búsqueda por el bien del prójimo, carencia de irritación y rencor, desagrado por la injusticia y disfrute de la verdad; y también fe, esperanza y paciencia.
Jesús es el ejemplo a seguir, los evangelios reflejan cada una de estas características en la vida del Salvador, pero el apóstol Pablo presenta un sumario de todo ello en este trascendental pasaje. ¿Cómo se ve esto en tu propia vida? ¿De qué formas estás practicando esto? ¿Cómo se ve tu ejemplo?
La vida cristiana contiene desafíos, luchas y dolores; pero es mucho más abundante la dicha y la esperanza que conllevan sujetarse a la palabra de Dios y lo que ella nos garantiza sobre el amor en la iglesia que sucumbir ante sugerencias egoístas y sin fundamento y que no conducirán a que el amor fraternal abunde más y más. Toma tu tiempo para evaluar tu idea del amor fraternal a la luz de la palabra de Dios y no de tus pareceres o utopías humanas.
- 1&2 Thessalonians / by John MacArthur, Jr., Moody Press – Chicago, p.118 ↩