Ensayo para The Master’s Seminary
¿Por qué sufrió Job?
Muy pocas dudas existen de que el por qué del sufrimiento del hombre sea una pregunta que siempre ha intrigado al ser humano desde su existencia sobre la tierra. La Biblia, como libro que narra la historia de la redención, no es ajena a dicho cuestionamiento, pero sus respuestas solamente podrán hallar cabida en los justos, quienes han sido regenerados por la gracia. En este sentido, el libro de Job es el que puede arrojar la luz necesaria para resolver el asunto.
«No sabemos quién escribió el libro de Job o cuando vivió. Tampoco sabemos dónde. Y si varias personas estuvieron involucradas, aún no sabemos nada acerca de ellos»[1]. Pero Job narra la historia de un hombre probado en profundo dolor con un propósito único y que solamente conocen los lectores por el inicio y el final de la misma: Dios va a demostrarle a Satanás que Job es un hombre recto y que lo sirve desinteresadamente (Job 1:1-8). El sufrimiento infringido por Satanás a Job despliega dos reacciones notables y una actitud inesperada: Adora a Dios; confiesa que Dios es bendito, y no peca ni le atribuye algún despropósito (Job 1:20-22). En la segunda oportunidad en que Job es afligido, esta vez en su propio cuerpo, la respuesta de Job también es notable, más aún cuando es incitado por su propia esposa a abandonar su integridad. Job hace una pregunta que refleja la esperada filosofía del hombre justo ante el sufrimiento: «¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?»
Mientras entran en escena tres amigos de Job (Bildad, Zofar y Elifaz), estos comienzan a intensificar el dolor de Job por la pésima teología que exponen al aseverar que si Job sufre es por causa de sus pecados (Job 4:7-8); pero Job les señala que no hay correspondencia necesaria en esto, porque a veces los justos sufren mientras los impíos prosperan (Job 12:6; 21:7). ¿Acaso no es esta otra lección importante sobre cómo el justo puede enfrentar el sufrimiento? Así parece ser.
La integridad de Job es un asunto sin discusión para Dios, pero sus planes para con él no habían terminado y se proponía demostrar a Satanás mucho más de lo que se imaginaba; esto es, purificar la fe de Job.
Hay por lo tanto, dos secuencias al inicio del libro que pueden orientar en la respuesta a la pregunta de este ensayo; esto es, el sufrimiento no debería limitar la adoración y el entendimiento de la soberanía de Dios por parte del justo cuando es afligido, sino más bien potenciar ambas cosas. Sin embargo, a medida que avanza el relato, a Job «le preocupan intensamente sus relaciones directas y personales con Dios, su querella consiste en saber por qué Dios lo ha abandonado»[2]. Esto es más evidente cuando Job comienza a hacer las preguntas de los por qué (Job 3:11, 12, 16, 20, 23). A lo largo del libro y hasta que Dios no interviene, el sufrimiento lleva a Job a expresar diversos tipos de reclamos a Dios. Espera que Dios acabe con él de una vez por todas (Job 6:8-9); se pregunta por qué ni siquiera le deja tragar su saliva (Job 7:19); demuestra hastío de su vida y desea exponer toda su queja (Job 10:1); cree que Dios lo ha entregado en manos de mentirosos impíos (Job 16:11); y espera hallar a Dios para ir hasta su propia silla y argumentar en su presencia (Job 23:3-4), donde «la idea del hebreo es de un bien preparado trono (Sal. 9:7) [y donde] declararía metódicamente [pues] tendría abundancia de argumentos que aducir»[3]. Hay aquí un elemento importante a destacar, y es que Job el íntegro, es igual Job el pecador, quien no puede de ninguna manera entender todas las cosas. La integridad de Job es un asunto sin discusión para Dios, pero sus planes para con él no habían terminado y se proponía demostrar a Satanás mucho más de lo que se imaginaba; esto es, purificar la fe de Job. ¿No es este uno de los puntos más altos en la consideración del justo en sus sufrimientos? El justo puede aprender a través de la experiencia de Job que Dios, en su providencia, «no permite que escape de las poderosas tentaciones del diablo. Job mismo apenas pudo ofrecer resistencia».[4]
Más lecciones
Hay otras lecciones en el sufrimiento de Job que requieren de consideración; una de ellas es la certeza de que Dios estaba en pleno conocimiento sobre sus problemas, y que Dios lo estaba probando y que finalmente saldría exitoso (Job 23:10). Job tuvo en su sufrimiento la virtud de seguir las pisadas de Dios, guardar su camino sin apartarse y retener sus palabras más que su propia comida (Job 23:11-12). Por ello decimos que el sufrimiento del justo no lo exime de perseverar en su búsqueda de la palabra de Dios y obedecerla. Es otra de las formas en que ha de responder.
Eliú es otro de los amigos de Job, más joven, que aparece en escena (Job 32-37) para reprender tanto a Job por sus dichos imprudentes, como también a sus amigos por su pésima teología. Eliú exalta a Dios al expresar que sus propósitos se hallaban fuera del conocimiento inmediato de Job (Job 33:12-14). Eliú dice que Dios «señala su consejo [para] apartar del varón la soberbia» (Job 33:16-17). Es esta otra lección importante para aprender en medio del sufrimiento por parte del justo; Dios puede obrar soberanamente para purificar al hombre de su orgullo.
Finalmente, Dios aparece en escena para exponer la necedad de Job y lo hace a través de preguntas de distintos entornos; pero la primera de todas es la que penetra en el corazón de Job ya que es la que él mismo repite al final cuando reconoce su insolencia y falta de sabiduría: «¿Quién es el que oscurece el consejo sin entendimiento?» (Job 38:2; 42:3). Como dice Matthew Henry, «Job se declara aquí convencido de la grandeza, la gloria y la perfección de Dios, de lo que se seguiría la convicción de su conciencia sobre su propia locura al hablarle irreverentemente»[5]. Este es uno de los más grande propósitos de la historia de Job y que el justo pudiera aplicar a su vida: El sufrimiento que atraviesa le abre la puerta a un conocimiento más profundo y exhaustivo de Dios.
Verdades que sostienen
Job contiene asimismo dos verdades fundamentales que sostienen al justo en el sufrimiento. Una de ellas es la certeza de una resurrección (Job 19:25-27); Job, en medio de un sufrimiento incomprensible e inexplicable, tenía la seguridad de que un Redentor vivía y le daría vida luego de su muerte. La otra certeza que ha de motivar al hombre justo en medio de sus sufrimientos es expresada a través de Eliú, a saber: que se precisa un «elocuente mediador muy escogido» (Job 33:23). El justo puede, a través del resto de la escritura, entender que estas dos cosas alcanzan su cumplimiento perfecto en la persona de Jesucristo, siendo él el Mediador y como el que comandará la resurrección final de su pueblo.
De modo que el hombre justo puede responder con absoluta certeza de que el sufrimiento contiene las lecciones importantes y necesarias para purificarlo y permitirle avanzar en un conocimiento cada vez más profundo que no sea simplemente «de oídas» (Job 42:5a), sino de una vista en fe (Job 42:5b).
De modo que el hombre justo puede responder con absoluta certeza de que el sufrimiento contiene las lecciones importantes y necesarias para purificarlo y permitirle avanzar en un conocimiento cada vez más profundo que no sea simplemente «de oídas» (Job 42:5a), sino de una vista en fe (Job 42:5b). El libro de Job enseña a confiar en la soberanía absoluta de Dios, que él siempre hace lo que es correcto y que el justo debe ejercitar el arrepentimiento cada vez que atribuye a Dios algún despropósito porque no puede saber la razón de su dolor. Job es un ejemplo de paciencia en el sufrimiento y si hay algo que debe aprenderse de su vida es lo que refleja el resultado de este en él, que no tiene que ver con él mismo sino con el Dios que lo ha educado, esto es: «Que el Señor es muy misericordioso y compasivo» (Stgo. 5:11).
[1] Francis I. Andersen, Job, Tyndale Old Testament Commentaries (Downers Grove, IL: Intervarsity Press, 1976), 61.
[2] Wilton N. Nelson, ed. Diccionario Ilustrado de la Biblia (Miami: Caribe, 1975), 336.
[3] Roberto Jamieson, Fausset y Brown, Job, Comentario exegético y explicativo de la Biblia (El Paso: Casa Bautista de Publicaciones, 1981), 414.
[4] Robert Boyd, «Job», Boyd’s Bible Handbook, (Eugene, OR: Harvest House Publishers, 1983), 220.
[5] Matthew Henry, Job, Matthew Henry Commentary on the whole Bible (Carol Stream, IL: Hendrikson Publishers, 1991), 739.