Ensayo para The Master’s Seminary
Los salmos y el reino
La pregunta de este ensayo reviste vital importancia para responderla si se considera que el libro de los Salmos es un libro de adoración. Pero es justamente porque el pueblo de Dios esperaba el reino de Dios que adoraba de la forma en que lo hacía. Es que dentro de los distintos tipos de salmos como los instructivos, los devocionales y los de alabanza, se encontraban también los salmos mesiánicos que «mientras que a nivel local expresan el grito de David bajo diversas circunstancias, también dan una perfecta y completa ilustración del más Grande Hijo de David, el Señor Jesucristo».[1]
Si esta indicación es, por cierto, generalizada; no lo son aquellas que señalan con más detalle todos los elementos del reino de Dios, exceptuando por supuesto al Rey mismo. Es así que el Salmo 2 describe al Rey que, aunque es rechazado, finalmente es establecido en su trono y su reinado. Por otro lado, el Salmo 10 declara que «Jehová es Rey eternamente y para siempre», donde si bien el salmista describe el camino de los malos, su prosperidad y maldad; y también ve a un Dios que reina, «oye y confirma el corazón de su pueblo sufrido, ejecuta justicia a favor del débil y reprime el orgullo y la violencia de los arrogantes».[2] Otros salmos apuntan a Dios como Rey de toda la tierra (Sal. 47), Rey sobre todos los dioses (Sal. 95), y Rey de Sión (Sal. 149).
La mención del trono en los salmos se describe juntamente con la posición que el rey ocupa en su reinado, porque «se sentó Dios sobre su santo trono» (Sal. 47:8)
La relevancia del trono
Pero un Rey que no tiene posesión de un trono no pareciera señalarlo como tal. Por eso, los salmos no dan lugar a dudas acerca del trono de Dios para consolidar su reino. Es un trono «eterno y para siempre» (Sal. 45), y está fundado sobre «justicia y juicio» (Sal. 89:14). Al tener en cuenta que una gran mayoría de salmos tiene a David como su autor, cabe recordar que Jesús recibe «“el trono de David su padre” (Lc. 1:32). Como Hijo del hombre juzgará desde su trono (Mt. 25:3)»[3].
La mención del trono en los salmos se describe juntamente con la posición que el rey ocupa en su reinado, porque «se sentó Dios sobre su santo trono» (Sal. 47:8). Su majestad se describe también a través del salmo 24 mencionándolo como el «el Rey de gloria». Matthew Henry puntualiza esta recepción del rey al «aplicarlo a la ascensión de Cristo al cielo y a la acogida que se le dio allí. Cuando terminó su obra en la tierra, ascendió en las nubes del cielo, Dan. 7:13, 14. Las puertas del cielo debían abrirse entonces para él, esas puertas que pueden llamarse verdaderamente eternas».[4]
Rey, trono y reinado son, entonces, algunos de los vocablos que en los salmos presentan inequívocamente el reino de Dios. Pero los salmos exhiben a Jehová como Rey universal (Sal. 47:8; 95:3). También nos describen a los dominios de este rey señalado como Sión (Sal. 99:1-4), que a veces es presentado como el templo (Sal. 24:7-10) o también como la ciudad de Jerusalén (Sal. 48:2). A manera de concentración o énfasis definido sobre el reino, los salmos 93-99 son aquellos conocidos como los salmos de la realeza puesto que el tema de los mismos es indiscutible (Sal. 93:1; 94:2; 95:3; 97:1; 98:7-9; 99:1).
El Rey
De la misma manera también se puede indicar que este Rey que comienza a ser descrito en el Salmo 2, también se encuentra presente en el Salmo 21 como a quien se le concede una corona, vida, honra y majestad (Sal. 3-5). Pero luego en el Salmo 22 es el rey que sufre el desamparo y la muerte, pero finalmente la dicha de la resurrección (Sal. 22:22). No se puede desvincular al rey de los salmos con el rey David; cierto es que muchos de los salmos lo describen a él mismo; pero sus propios pecados y limitaciones demandan que el rey que se espera sea otro, un Rey eterno, con un trono afirmado en justicia eterna y un reinado establecido también de manera eterna.
Con relación a David mismo y el pacto davídico (2 Samuel 7), hay al menos tres salmos que lo describen; el Salmo 78, 89 y 132. Esto claramente se relaciona con el verdadero Rey, el Mesías, especialmente cuando habla de «edificar su trono por todas las generaciones» (Sal. 89:4) es mencionado como «nuestro rey el Santo de Israel» (89:18); su trono será puesto «como los días de los cielos» (Sal. 89:29).
Por otro lado, no se puede obviar el salmo 110 que es el salmo más citado en el Nuevo Testamento y aún más que cualquier otro pasaje del Antiguo Testamento. Este es un salmo con una clara referencia al Mesías Rey, primero en su gloria a la diestra de Dios y luego como el Rey que regresa a la tierra para reinar.
Las menciones de un Rey, un trono, un reinado, juicios justos y justicia permanente, confirman que este libro de adoración busca enfocar al pueblo de Dios en su verdadero Rey .
Adoración al rey esperado
En conclusión, el reino de Dios es visto en los salmos en forma presente y de manera profética pero ilustrada por el mismo rey David. Cada vez que se habla de conquistas sobre aquellos que amenazan su pueblo son «puntos altos en el reino del monarca que se adscriben a Dios mismo, quien ha establecido el rey Davídico sobre el trono de Israel para que gobierne con justicia y rectitud»[5].
Por ello, las menciones de un Rey, un trono, un reinado, juicios justos y justicia permanente, confirman que este libro de adoración busca enfocar al pueblo de Dios en su verdadero Rey y en el por qué de su merecida adoración, ya que «Él es el que está en su trono, ejerciendo autoridad, gobernando a su pueblo, eventos y circunstancias para su gloria y por el bien de su pueblo: “Escucha, oh Jehová, mis palabras; considera mi gemir. Está atento a la voz de mi clamor, Rey mío y Dios mío, porque a ti oraré” (Sal. 5:2)»[6]
[1] Robert Boyd, «Salmos», Boyd’s Bible Handbook, (Eugene, OR: Harvest House Publishers, 1983), 230
[2] Roberto Jamieson, Fausset y Brown, Salmos, Comentario exegético y explicativo de la Biblia (El Paso: Casa Bautista de Publicaciones, 1981), 444
[3] Douglas, Hillyer, Nuevo Diccionario Bíblico (Downers Grove, IL: Certeza, 1991), 1390
[4] Matthew Henry, Salmos, Matthew Henry Commentary on the whole Bible (Carol Stream, IL: Hendrikson Publishers, 1991), 775
[5] Steven J. Lawson, Preaching the Psalms (Welwyn Garden City, UK: Evangelical Press, 2014), 125
[6] Ibíd., 53